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Meditación sobre la violencia (6a. y última)

Viene de la quinta parte

¿Para qué meditar sobre la violencia? ¿Qué sentido tiene adentrarse en el pasmo doloroso que su fría presencia nos suscita? ¿Acaso algo cambia en algo?

Preguntando a nuestros poetas sobre la violencia y la muerte que ahora nos tienen pasmados hemos aprendido, por parte de Octavio Paz, que no es lo mejor transmutar nuestro pasmo en rabia, en ira -aunque algunas teorías así lo digan-, pues haciéndolo sólo nos distraemos de lo más importante: la comprensión del pasmo.

José Emilio Pacheco nos enseñó que nada ganamos en nuestro intento de comprensión acusando culpas formales o acumulando cifras, sino que más nos acercamos a entender el pasmo cuando consideramos que el mal que ahora nos sorprende pide más de la claridad del corazón que de la exactitud de la razón. Demos lugar a la palabra sentida, antes que al argumento amañado.

Javier Sicilia nos mostró que sólo toma su lugar la palabra sentida cuando esa palabra nos une, y sólo puede unirnos en verdad en la medida en que nuestra vida no es esencialmente trágica, en que hay posibilidad de bien y mal, y el segundo es sólo un error respecto al primero.

Alfonso Reyes, el caballero de las letras, nos sugirió que si buscamos palabras que nos unan, nos deben unir primero en la amistad comprensiva que en el odio combativo; que valen más las palabras buenas que las razones eficaces, como que las primeras nos ayudan más a comprendernos ante la violencia que el realismo político y sus terribles engendros.

Si finalmente algo nos han enseñado nuestros poetas es que por suerte todavía es difícil permanecer incólume ante la violencia, que el desconcierto y el pasmo son una buena noticia que nos avisa que al menos no todo está perdido.

Si en estas tinieblas en que nos

debatimos dejamos de amar y de

luchar, Dios se hará más ausente

Javier Sicilia

Námaste Heptákis

Ejecutómetro 2011. 6262 ejecutados hasta el 21 de junio.

Voces del diálogo por la paz.

“Contra las fundadas dudas de que el diálogo no servirá de nada lo hemos aceptado porque estamos convencidos de que el diálogo es fundamental como una práctica de la democracia para construir los caminos de la paz, que son los más difíciles de recorrer. Si no somos capaces de construirlos, lo que nos aguardará será esta espantosa violencia que ya vivimos, pero multiplicada exponencialmente. Lo hemos aceptado también porque creemos que, a menos que el corazón se haya oscurecido a grados demoníacos un hombre puede escuchar todavía el latido humano de su corazón”. Javier Sicilia.

“Es tiempo de que usted mande un mensaje al mundo de que la violencia no termina nunca con la violencia y así no sea recordado como el presidente de los 40 mil muertos y nosotros como una nación de salvajes y cobardes”. Julián Le Barón.

“No es ético, no es justo, no es cristiano derramar tanta sangre, sembrar tanta desolación en el país y dejar intactos a los principales beneficiarios de la industria del narcotráfico”. Araceli Rodríguez Nava.

“No dejaremos de luchar por esta causa, lucharemos hasta el final, no importa cuántas batallas perdamos y que vayamos perdiendo partes del corazón, no importa que nuestros sentimientos se marchiten, lucharemos por esta causa hasta el final”. Norma Ledezma.

Coletilla. El camino a la paz al que nos ha invitado Javier Sicilia está, misteriosamente, lleno de símbolos religiosos; el más reciente: el diálogo por la paz se llevó a cabo el día de la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, la celebración de la Eucaristía, Jueves de Corpus. ¿No es interesante?

(Viene de la cuarta parte)

 

Alfonso Reyes, a E.G.M.

El alma en soledad está indefensa,

la ruta desconoce todavía:

todavía me pierdo en tan inmensa

desolación y en la quietud tan fría.

Amanezco a cantar, y la suspensa

canción se ahoga como en agonía:

yo no sabía que el dolor dispensa

de cantar y llorar, no lo sabía.

Si ayer me hacían las palabras fiesta,

y el ruido de la gente, compañía,

hoy pregunto sin voz, y no hay respuesta.

Enrique, pon tu mano con la mía.

Tú dijiste: ‒Callar, la ley es ésta.

¡Cuánta razón tu corazón tenía!

Estamos ante un poema compuesto por Reyes para Enrique González Martínez, a razón de la muerte del hijo del segundo. A primera vista queda claro que estamos ante un soneto con rima regular. Formalmente, además, llaman la atención sus encabalgamientos: “inmensa desolación”, “suspensa canción” y “dispensa de cantar y llorar”; pues los dos primeros mantienen un esquema rítmico no respetado por el tercero, lo que ha de situar nuestra atención en ese cambio de ritmo, pues al parecer algo hace el “dolor” en el poema que lo modifica completamente. Sigamos los versos.

         “El alma en soledad está indefensa”. Verso que nada nos dice en tanto no preguntemos de qué está sola el alma, o indefensa ante qué. El alma está sola porque ninguna otra alma la acompaña en la indefensa situación en que se encuentra. ¿Cuál indefensión? La de quien no encuentra camino. La ruta se ha perdido y el poeta explica por qué, de ahí el uso de los dos puntos: algo lo ha desolado tan profundamente que ni en los momentos en que regularmente creyese salir del pasmo ha podido salir, al contrario, ha permanecido desolado en una quietud fría. La quietud fría no es un ocio cualquiera, no es que nada quede por hacer, sino que señala aquella situación en la que atónitos miramos lo que no podemos creer sin que la siempre persuasiva realidad pueda convencernos. El poeta está desolado por un pasmo terrible, como a quien no calienta ni el sol, y ante la desolación está indefenso. No está en las manos del poeta salir de la desolación.

         “Amanezco a cantar”, dice el poeta. De alguna manera el inicio del verso sería un alegre anuncio de la mañana que por fin llega, como si ahora ya pudiese salir de la desolación. Sin embargo, el primer encabalgamiento es elocuente: la alegre mañana que comienza a cantar se ahoga agónica. Agonía es lucha, encuentro de contrarios: la alegría se ensombrece ante la tristeza de la desolación original. Retractado, el poeta reconoce “yo no sabía que el dolor dispensa de cantar y llorar”. El dolor ahoga la alegría al tiempo que ahoga las lágrimas mismas. La desolación, la indefensión, nacen del dolor, de un dolor tan grande que ni llorar, ni lamentarse cantando, es posible. Dolor que todo lo ahoga, dolor que todo se lleva, dolor que todo lo cubre, dolor de muerte. El poeta, como nosotros, no sabía todo eso del dolor.

         Don Alfonso compara su vida cotidiana con las letras, la fiesta poética que es el caer de los días de la vida de los hombres armoniosos, con la desolación de la vida marcada por el dolor; la algarabía tumultuosa de los chismorreos usuales, el jocoso sentimiento de compañía en las palabras de todos los días, con la indefensión solitaria del dolido. El dolor nos arranca de la fiesta de la vida y nos arrincona en la suspirante soledad del pesar. El poeta pregunta sin voz, porque sólo piensa, nada puede hacer para preguntar; y pensando, no encuentra respuestas, perdido en el dolor se pierde todo sentido.

         Al final, el poeta sólo encuentra un camino para soportar el dolor: pide al dolido amigo su tierna compañía. Amistad que contempla el dolor en el silencio, amistad que se hace fuerte para superar la desolación, amistad que calla admirada de descubrir que al final el corazón guardaba razones, o bien que el sentimiento es racional, vital y verdadero.

         Dos enseñanzas del poeta: primero, que sólo la compañía amistosa nos permite superar el pasmo ante la muerte; segundo, que más allá de las razones, la superación se inicia en el corazón.

Námaste Heptákis

 

Ejecutómetro 2011: 5784 ejecutados hasta el 7 de junio.

 

Ideas en marcha: Comparto algunas ideas notables de la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad.

«Si no nos servimos, si no nos amamos, si protegemos intereses, si el punto fundamental de la vida como lo han planteado tanto los políticos como los criminales es el poder por el poder y el haiga sido como haiga sido, y el dinero a costa de lo que sea, vamos a perder nuestra dignidad». Javier Sicilia, 4 de junio.

“La violencia empieza con las mentadas de madre […] No hay que golpear al hombre malo, hay que golpear al mal”. Javier Sicilia, 5 de junio.

“Los pacíficos no tienen más patria que sus muertos y más futuro que sus hijos”. Organizador zacatecano de la caravana, 6 de junio.

“¿Dónde estaba el miedo anoche? La guerra se fue a dormir durante algunas horas. Al dolor ya le podemos agregar alegría”. Julián Le Barón, 8 de junio.

“Cuando el cansancio llega al corazón, la voluntad queda paralizada. Pero más allá del cansancio, hay que emprender el camino con un paso nuevo. No hay triunfo sin renuncia”. Norma Ledezma, madre de una de las jóvenes (16 años) ejecutadas en la protesta de la calle Aldama, Chihuahua. 9 de junio.

Coletilla: El pasado lunes fue beatificado don Juan de Palafox y Mendoza, de quien suelo recordar los siguientes versos:

¿Para qué quieres tener

si todo lo has de perder?

No tienes lo que retienes

sino cuando lo haces bienes;

pero entonces lo tendrás,

cuando lo repartirás.

(Viene de la tercera parte)

Javier Sicilia, Pascua, Fragmento

No comprendo la muerte,

esa súbita ausencia que nos deja

mirando un cuerpo inerte,

un gesto que se aleja

y ya no dice más que la oscura queja

del vacío, la sombra

de ese alguien al que amamos y ha dejado

de estar y ya no nombra

sino su desolado

hueco donde el silencio ha quedado

y se pudre la risa.

No comprendo la muerte y, sin embargo,

ha vuelto, llega aprisa

como un terrible embargo

de Dios a nuestra vida, como amargo

destino a nuestras puertas,

como un odio maldito.

“Pascua”, poema festivo: resurrección del Señor y presencia de la muerte. La muerte y Dios, límites del poema y a la vez límites de la comprensión, del camino del pensar. Por ello, el poema comienza diciendo “no comprendo la muerte”. Podemos saber que alguien murió, especular miles de razones por las que alguno pudo ser ejecutado; pero escapa a nuestra comprensión la muerte en cuanto tal, pues en realidad no vemos la muerte, ni siquiera al muerto, tan sólo vemos el cadáver, lo que fue humano, lo que ya no lo es. No comprendemos la muerte porque mirando al moribundo, en un solo parpadeo, estamos ante el cuerpo inerte; porque de un momento a otro vemos lo que está y lo que ya no está; porque la muerte rompe la continuidad de nuestra experiencia. No comprendemos la muerte porque es inhumana, esto es “nos deja mirando un cuerpo inerte” porque el otro desaparece súbitamente, se nos evapora, lo perdemos y perdemos nuestra vida con él. El otro deja de ser gesto para volverse queja, la queja del vacío de la existencia, la quejosa expresión de quien intenta comprender la pérdida. Ido el otro, sólo queda su sombra: frágil recuerdo de nuestro amor por él que va perdiendo sus contornos como sus segundos el día. No comprendemos la muerte porque es la experiencia de algo otro que ya no es el otro: ya no nos ve, pues su cuerpo inerte desvía nuestra mirada; ya no nos dice, pues su gesto nada expresa; y el rictus de lo que alguna vez fue su rostro es sólo una sombra de lo que alguna vez fuimos juntos; ya no somos, ya no hablamos, ya no nombra, perdura su silencio, el silencio mortal que nos separa. Algunos silencios nos unen, éste nos separa, nos deja a cada uno en sí mismo, pudriéndonos como las risas solitarias…

         No comprendemos la muerte, pero distinguimos su llegada. No la comprendemos pero la podemos caracterizar: a veces llega aprisa como cuando toca a quien no lo merece, a veces llega cruel como cuando vuelve insufribles los instantes postreros, a veces, también, decimos que llega justa o injusta, aunque poco sepamos lo que eso quiera decir. Llega, las más de las veces, terrible. Dice nuestro poeta: “como un terrible embargo de Dios a nuestra vida”, como cuando creemos que a este mundo Dios lo ha abandonado. La muerte es terrible porque Dios no está aquí. Nuestra incomprensión de la muerte, nuestra desesperación ante ella, nuestra confusión, viene de nuestra creencia de la ausencia de Dios: gozamos creer de la muerte de Dios para celebrar gustosos haber superado los linderos del bien y el mal. Preferimos matar a Dios por una libertad inane, que conservarlo por una responsabilidad humilde. Ni Dios ni el Diablo, nos creemos expertos tejedores de nuestro destino, aunque morimos atrapados en la violencia de nuestras propias redes. Por ello el destino se vuelve amargo: inventamos nuestra felicidad con muy poca imaginación. La muerte llega como un odio maldito porque no tenemos ni maldita idea de las bendiciones.

         Doble enseñanza del poeta: primero, que el silencio valioso es el que nos une, pues es el único en el que a la vida se le da un sentido; segundo, que careciendo de sentido, todo es tragedia.

Námaste Heptákis

Ejecutómetro 2011: 5293 ejecutados hasta el 25 de mayo.

Sabiduría contemporánea: “Yo estoy muy optimista, creo que el pueblo no es tonto”. Santo, Humanista, Virgen y Mártir Lic. Andrés Manuel López Obrador, Presidente Legítimo de México y precandidato a la Presidencia Espuria e Ilegítima de México. 23 de mayo de 2011.

Escenas del terruño: “Se va a presentar una propuesta para que la minifalda se prohíba, porque tenemos un problema de embarazos prematuros en los jóvenes, y no ver como un Gobierno represivo». Sr. Don Evelio Plata Inzunza, Presidente Municipal priista de Navolato, Sinaloa.

Coletilla: Dicen que desde la pelea de los ángeles y los demonios no se había escuchado tan gran estruendo en el Cielo; era Germán Dehesa celebrando el triunfo de sus poderosísimos Pumas.

¡Silencio!

Ahora que trato de escribir algo me percato de que las palabras no acuden en mi auxilio; el silencio impone su presencia en mi cabeza, en mi lengua y en mis dedos, los cuales no responden a mis mandatos por atender a lo dictaminado por él.

Me quedo perpleja ante la hoja de papel en blanco, y aún antes de haber dibujado un trazo le veo como si ésta ya estuviera llena, ya no hay nada que pueda dibujar sin mancharla, el silencio se impone y me deslumbra como lo hace la blancura del papel cuando lo coloco en la ventana y un rayo de sol es reflejado hacia mis ojos.

El cegador reflejo del papel me deja ciega, ya no veo con claridad aquello que me rodea, y el silencio se impone ahora más que nunca, no puedo articular palabra, no veo bien y eso me impide desatar los cordeles con los que el silencio me mantiene quieta.

De momento siento mi mente vacía, pero me percato de que estoy pensando en el vacío que siento que me invade y de que quizá podría escribir al respecto, pero de momento no veo con claridad como para que mis palabras puedan corresponder con justicia.

Por más que intento aclarar mi mente el silencio se impone me deja pasmada y alejada de la amable mano de la musa que me asistió antaño.

Maigo

(Viene de la segunda parte)

José Emilio Pacheco, Panteones

Veo entre la niebla el cementerio en silencio.

No pienso en otro mundo: me indigna éste

que se deshace así de los muertos.

Da horror pensar en los restos abandonados,

más durables que afectos y gratitudes.

Hay que acabar con los panteones y su intolerable perpetuación del olvido.

Todos debemos ser ceniza arrojada al aire,

volver cuanto antes al polvo

que en su misericordia nos absuelva y acoja.

La escena es clara entre la bruma: un hombre en el panteón. Los versos parecen como sentencias lapidantes; pero ahí está el efecto poético. No es un poema de visiones, sino de pensamientos. Un poema tejido en un revés. Un revés sugerido por la sonoridad de los dos primeros versos; ambos se dividen en dos partes esencialmente contrastantes. Ver entre la niebla el cementerio en silencio es saberse entre los muertos no por la presencia de los cadáveres, sino por la ausencia de su voz: entre la niebla realmente no se ve nada, y la penumbra se origina en la uniformidad del cementerio; cuando todos los muertos son iguales, estadística policiaca, no hay ninguno que hable, estamos sumergidos en la bruma de las demasiadas muertes. Por ello, la ausencia de la voz impide pensar en otro mundo, ahora ausente, y obliga a pensar en éste, en este mundo indignante en el que se pierden las voces de los muertos. No nos deshacemos de los muertos enterrándolos, sino abandonándolos al silencio: nuestros muertos apilados a la orilla de las calles, nuestros daños colaterales, son algo de lo que no queremos hablar, algo que queremos sepultar en el silencio. Los queremos sepultar en el silencio pese a los afectos y las gratitudes: si al ejecutado debo algo y lo reconozco en público arriesgaría inútilmente mi propia vida, y desde Maquiavelo nadie quiere eso…

         La segunda estrofa abre con el verso más largo del poema. Parece una declaración contundente. Sin embargo, es falso que busque acabar con los panteones, sino que busca hacerlos hablar, busca que dejen de perpetuar el olvido y que se vuelvan huella imborrable en el recuerdo, que en los panteones vuelvan a hablar los muertos. Que todos debamos ser ceniza arrojada al aire es pedir que todos muramos con nuestros muertos, que nuestras muertes no nos sean indiferentes. Volveremos al polvo cuando seamos nuevamente uno como comunidad. Lo lograremos con la misericordia: soportando nuestras muertes con piedad.

         Doble enseñanza de nuestro poeta: primero, que de poco sirve preocuparnos por los aspectos formales de nuestra matanza; segundo, que el origen de nuestra matanza está en el malestar del corazón.

Námaste Heptákis

Ejecutómetro 2011: 4657 ejecutados hasta el 11 de mayo.

Coletilla: Y al final la gravitación arquetípica de las pirámides –notablemente descubierta en el alma nacional por Octavio Paz- llevó a nuestro poeta a pedir que ruede la cabeza de un hombre de honestidad cuestionada, mientras las ménades revolucionarias festejaban su alucinación sanguinolenta. Ojalá podamos evitar la demagogia y hagamos de la no violencia nuevamente el principio.

El origen sonoro de la política

Ha dicho Javier Sicilia que nuestra crisis política tiene como fundamento la incomprensión de la poesía. Lo políticos criminales y los profesionales del crimen no saben de poesía, pues sólo tienen imaginación para la violencia, la violencia carente de sentido, infrahumana, imbécil. Olvidamos la poesía en nuestra vida y con ello olvidamos el buen uso de las palabras: entendernos, sernos otros. Nuestra crisis política, crisis en la fe, es la disolución de nuestra comunidad poética.

Un viejo poema del códice Matritense atestigua lo siguiente:

Se establecía el canto,

se fijaban los tambores.

Se dice que así

principiaban las ciudades:

existía en ellas la música.

Una lectura primeriza y superficial verá en esos versos la confirmación romántica de un pasado ideal: todo era mejor antes, todo es peor ahora. Pero leerlo así es perder el sentido de lo mejor, obstinarse en la idealidad de lo primitivo, confundir lo salvaje con lo natural, lo pleno con lo caduco, lo real con las ensoñaciones de los confundidos.

La sola existencia del arte musical no es suficiente para afirmar la existencia de la comunidad: los conciertos masivos no son comunitarios, son gregarios; los conciertos privados no son comunitarios, sino ornamentales; los conciertos de caridad y buena conciencia no son comunitarios, más bien son canales de desagüe de la filantropía autocomplaciente del mundo moderno. El arte musical como principio -quizá no primero, pero principio al fin- de las comunidades se funda en el canto y en los tambores: cuando se canta lo digno de ser cantado, cuando suenan los tambores de guerra para defender lo más propio de uno. Y sólo puede cantarse lo digno de ser cantado o defender a la ciudad para conservar su propia salud cuando nos entendemos, cuando nos une el mismo bien verdadero que arraiga en la más pura fe de las ciudades… Lo demás es ruido fratricida, y en él vivimos.

Námaste Heptákis

Ejecutómetro 2011: 4503 ejecutados hasta el 6 de mayo.

Coletilla: La Marcha Nacional por la Paz con Justicia y Dignidad es víctima de abusos y vituperios. Algunos se montan en la causa para golpear al gobierno federal, y a ellos contestó Sicilia hoy por la mañana: “Quisiera repetir, porque tal parece que los políticos no entienden, por ejemplo ayer el senador Beltrones diciéndole a Calderón que nos oiga. No, también senador Beltrones, óiganos, no pedimos nada más que salga Calderón a escucharnos y a recibirnos, también lo pedimos a las bancadas de los partidos, a las presidencias de los partidos, ellos también han sido omisos. Calderón tiene 40 mil muertos, una mala estrategia de guerra, pero la mierda la crearon ellos, la destrucción de las instituciones la empezaron ellos y siguen haciendo omisiones, siguen comportándose como delincuentes, esto va para todos los partidos también, que no se equivoquen”. Otros más aprovechan la oportunidad para pedir la rendición del país en manos del narco, a lo que el poeta dijo: “No intentamos frenar la acción de Gobierno, intentamos que el Gobierno piense del lado de la ciudadanía y no para proteger al Estado. Le pedimos al Presidente de la República que no sólo oiga, que escuche, que entienda que no estamos contra nadie, que estamos buscando el bien de la nación, se llama una marcha por la paz, pero con justicia y dignidad, una paz basada en la violencia, basada en el horror no puede ser una paz. Hay gente que ha estado hablando que nosotros queremos destruir las instituciones y no, las instituciones están destruidas, no podemos comprender una guerra mal planeada, mal dirigida, mal llevada, no podemos comprender que nada más entienda (el Presidente Calderón) que los criminales están allá afuera. Si están allá afuera es porque las instituciones y el Estado está cooptado, porque está en muchos sentidos podrido”.

El Cristo, muriendo en la Cruz para salvar

al mundo, no es lo mismo que el mundo

crucificando al Cristo para salvarse.

Juan de Mairena

I

Es difícil permanecer incólume ante la violencia. En el exceso de la abstracción académica es sencillo llegar a reconocer la naturalidad de la violencia, es casi fácil comenzar a enaltecerla, e incluso es posible aceptar –con el menor de los pesares- que el hombre es violento por naturaleza. Pero eso es un exceso, es insalubridad, patología espiritual. Por otra lado, entre los escasos hombres que enarbolan dogmáticamente la esperanza en la hermandad humana es cosa cualquiera desechar la violencia como posibilidad, es vano considerar que ese pequeño y destructor yerro humano puede dar mínima cuenta de lo que el hombre es. Mas eso es defecto, podredumbre anímica, vileza ética. Lo realmente difícil es pensar la violencia, la violencia de nuestros días, la de los miles de ejecutados, sin caer en los extremos.

Me desconcierta la violencia. Y me desconciertan más las explicaciones que abundan sobre nuestra violencia. Por eso quiero hablar de la violencia. Hablar de la violencia pero sin detenerme en descripciones vergonzosas, pusilánimes; que ya de ello colman nuestra vida los periódicos. Hablaré hoy de la violencia buscando comprenderla, saber de ella, explicarme este pasmo ante la brutal degradación de nuestros días. Me gustaría entender el pasmo ante la violencia sin olvidarme de él, sin dejarlo de lado, sin que la teoría se vuelva ensalmo. Para ello seguiré la indicación de un pasmado. Ha dicho recientemente Javier Sicilia, tocado por la violencia tras el asesinato de su hijo hace dos semanas, que él cree que es tiempo de más poesía, de leer poemas de dolor para que la sapiencia poética nos ayude a comprender nuestro pasmo ante la violencia. Leeré, pues, poemas del dolor, esperando que la sapiencia poética me permita comprender el pasmo ante la violencia y su denso marasmo de muerte.

Námaste Heptákis

Ejecutómetro 2011: 3620 ejecutados hasta el 13 de abril.

Coletilla: ¡El país tiene solución! Según declaró algún senador panista, la nueva sede del Senado cambiará las costumbres de los legisladores y ahora sí se pondrán a trabajar. ¡Eureka! ¿Vendrá ahora el alud de nuevos edificios públicos?

A la simple materia condenado

 

En un futuro, quizá, todos podremos ser artistas. Buena parte de los eruditos que reflexionan sobre el arte afirma que el arte es perfección técnica lograda a partir del conocimiento de los principios claros y distintos que tienen a bien mostrar las fórmulas matemáticas universalmente aplicables de la belleza. De las vides de estos eruditos ha salido esa postura que ve belleza en las perfecciones del diseño, por las que un cuerpo humano, una flor y la columna de un templo encuentran la belleza. Confían, al fin arteros, en la segura enseñanza de los principios del arte, y por ella en el futuro dominio del mundo decorado.

Sin embargo, la admiración embelesada por la perfección técnica no es suficiente para la comprensión de lo bello del arte. Según cuenta Pérez Páez, en su muy ilustre Libro de las cosas pequeñas, la admiración que los antiguos griegos sentían ante las esculturas de Dédalo tenía un origen tan distinto como los admirados mismos: mientras unos –a quienes él llama maquinofílicos– se maravillaban de que las estatuas se movieran; otros, en cambio, se maravillaban de que hubiese podido esculpir plata viva. Para los primeros, lo importante de las esculturas era el diseño; para los segundos las obras en su completa complejidad hilemórfica. No hay fórmulas de la belleza, porque el arte no la expresa. Lo bello no es una cualidad del gusto, es una excelencia. No hay diseño para el arte, porque tampoco hay fórmula definitiva para la virtud. Es tan absurdo creer que lo definitorio del arte es el diseño que busca expresar la belleza, como lo sería haber esculpido el David en barro tlaquepaquense.

Námaste Heptákis

Ejecutómetro 2011: 662 ejecutados en la guerra contra el narco (hasta el 19 de enero).

Sabiduría contemporánea: “Si no hay un verdadero cambio, las cosas no van a cambiar en el país”. AMLO, 19 de enero de 2011.

Coletilla: ¿Por qué no ha dicho nada sobre las narcomansiones el alcalde priista de Huixquilucan? ¿Será que ya está en precampaña? Además, dicen que el PRI Edomex ya tiene un esquirol en el PAN.

Abrazos por la patria

se entretienen con juegos tan humanos

que parecen personas desde niños

Juan de Dios Peza

 

Los filósofos clásicos, es sabido, prestaron cuidadosa atención a la educación musical, pues creían que las canciones que entonamos desde niños tienen mucho que ver con nuestro modo de comportarnos. Nosotros, que a decir de algún filósofo contemporáneo ya no tenemos libros sino música, solemos vivir en la más confortable indiferencia sobre lo que escuchamos: lo mismo nos da seguir siendo el rey que estar tan enamorados de la negra Tomasa; da lo mismo que los niños canten narcocorridos, cumbias o reguetones, son sólo canciones que, como dice todo posmo acerca de la palabra, ni nos hacen ni nos dicen nada. Al mismo tiempo, y sólo lo digo por decir, preocupados puristas se escandalizan por la degradación moral y piden la revaloración de la educación cívica desde las ternuras de la vida. En un tono más cercano a los clásicos que a nosotros, Pedro Henríquez Ureña dijo alguna vez: “¡Cuánta importancia tiene que el maestro sepa distinguir entre la genuina y la falsa literatura; entre la que representa un esfuerzo noble para interpretar la vida, acendrando los jugos mejores de la personalidad humana, y la que sólo representa una habilidad para simular sentimientos o ideas, repitiendo fórmulas degeneradas a fuerza de uso y apelando, para hacerse aplaudir, a todas las perezas que se apoyan en la costumbre!”. El buen maestro, enseña don Pedro, busca enseñar buenas cosas. ¿Qué buenas cosas se enseñan a los niños?

A los niños –todavía- se les enseña a jugar. ¿A jugar qué? A jugar juegos de corro. Pensemos uno muy conocido: la naranja dulce. Para jugar “naranja dulce” se requiere un número de niños impar, de modo que, en el primer canto, se escoja a uno de los niños que quede al centro de un círculo formado por los demás participantes tomados de las manos. Los niños cantan y al terminar la canción se abrazan con otra persona de manera que alguien queda sin pareja, en quedando así el solitario toma el lugar del centro y se vuelve a cantar. ¿Qué se canta? Aquí comienzan los problemas, pues versiones del juego hay al por mayor. Una, por ejemplo, dice:

Naranja dulce,

limón partido,

dame un abrazo

que yo te pido.


Si fueran falsos

tus juramentos

en otros tiempos

se olvidarán.

 

Toca la marcha,

mi pecho llora,

adiós señora,

yo ya me voy.

Algunos añaden una estrofa más:

A mi casita

de sololoy

a comer tacos

y no le doy.

En otras versiones se añaden dos estrofas más:

Si acaso muero

en la batalla,

tened cuidado

de no llorar.


Porque su llanto

puede ser tanto

que hasta pudiera

resucitar.

El cambio más interesante se da, sin duda, en el segundo verso de la indiscutible segunda estrofa. Mientras las versiones más antiguas, que yo he revisado, de la canción dicen “tus juramentos”, las más modernas dicen “mis juramentos”. ¿Qué pasó allí?

Busquemos el significado del juego por estrofas. Tanto “naranja dulce” como “limón partido” son interpretaciones de la vida humana: un abrazo anhelado es un momento “dulce”, es decir que es suave y agradable, placentero y gustoso de llevar; la separación de alguien estimado es, por el contrario, “agria”, no nos gusta por agraz, porque del abrazo deseado nunca tenemos suficiente. Los siguientes dos versos sólo confirman nuestra interpretación.

Segunda estrofa. No se entiende si no nos preguntamos por la causa de la separación. Notemos que el poema nos dice que la otra persona plantea un compromiso trascendente a la separación, por tanto es quien da razones para la separación –no porque falten razones, sino para suavizar el pesar ante lo inevitable, i.e. palabras de aliento- y también para futuras reuniones. El poema narra una separación que se promete temporal y yuxtapone la temporalidad de la separación con la atemporalidad de la promesa (por eso se dice “en otros tiempos”, que no tiene ubicación en una línea temporal), atemporalidad que supone una estructura anamnética del alma. Nuevamente, la segunda estrofa de la “naranja dulce” interpreta la vida humana: nuestras promesas no son proyecciones temporales, nuestro compromiso con la verdad va más allá de nuestra necesidad de efectividad y certeza. La segunda estrofa le enseña al niño a no prometer en vano, a reconocer el justo valor a la palabra.

La tercera estrofa revela la causa de la separación: la guerra (“suena la marcha”). Lo importante es que aquí no se despide el soldado broncíneo que deja un amor en cada puerto, sino un hombre abatido por la separación de su amada (“mi pecho llora”) que, a pesar de su pesar, cumple cabalmente con su responsabilidad civil. Además, la despedida no es lastimera: él se va como caballero, ella se queda como buena señora que es.

Es por el sentido honroso de la tercera estrofa por lo que carece de toda razón enseñarle a los niños la estrofa de los tacos, pues no sólo insulta la civilidad, sino también el amor y el respeto a la amada. Igualmente, el cambio que se da de “tus juramentos” a “mis juramentos” tiene que ver con la poca dignidad que en nuestros tiempos se asigna a la guerra.

Por último, el añadido del soldado caído y la prometida lloriqueante no es más que el giro romántico al poema. Sin embargo, no creo que le sea muy conveniente, pues, a pesar de ser un par de buenas estrofas, resta fuerza a la despedida original.

Enseñar compromiso con la patria, respeto por la mujer amada y el buen uso de las palabras es una buena enseñanza; poco importa que tan buena enseñanza se enseñe en juegos, sólo hay que enseñarla bien. Motivos para seguir enseñando este poema no faltan; quizá lo que faltan son los buenos maestros.

Námaste Heptákis

Ejecutómetro 2011: 102 ejecutados hasta la mañana del 8 de enero.

Coletilla: Dicen que también habrá gran elector entre los azules para decidir al candidato por la gubernatura del Estado de México, pues tanto la diputada Vázquez Mota, como el senador Ramírez, como el ahora mudado de puesto Bravo le son cercanos.

Nostalgia

 

Qué tristeza amaneció,

cómo de pronto las cosas tuyas,

los sitios que recorríamos

siguieron allí, deshabitados.

Elsa Cross

 

Recogido en un cuarto vacío, busco orden pensando. Nunca antes había encontrado sentido a la nostalgia navideña; sólo ahora, primeras fiestas sin mi abuelo, me acerco a entenderlo. Titilan en mí fugaces recuerdos que fingen una serie espiraloide de foquitos multicolores. En uno de ellos me veo con claridad junto al hombre que me educó. Es la primera navidad tras la muerte de su madre. Temprano, por la mañana, me pidió lo acompañara al panteón –él nunca dijo cementerio; dejo para un perspicaz filólogo la elucidación de la diferencia- para que después lo ayudara a cargar el vino de la cena. Fuimos a la tumba de la abuela; él no rezó, sino que practicó la fe más real que yo le vi: limpió la tumba de la abuela y sacudió el polvo con sus manos –yo veía caracoles. Terminó la limpieza, vio al frente, dejó flores. Camino al vino le pregunté si acaso no le daba tristeza que fuera navidad y no estuviera mi bisabuela; “no podemos hacer otra cosa”, me contestó, “con fe y adelante”, añadió. Después, la cena navideña fue, como todos los años, la misma; la familia reunida en la mesa por esa única noche parecía suspender el tiempo en el regocijo del acompañamiento; hubo allí, al menos, alguna razón para la fe.

Si acaso hay una imagen eterna de la nostalgia, esa es Odiseo. Nosotros, hombres que vemos diluir entre los dedos los restos mortales de la patria, no podemos sentir una nostalgia como la del itaquense: nuestro hogar ya no es político; habitamos momentos breves, estamos de paso en pocos poco variados sitios, recorriendo una vida más prestada que nunca. Nuestra nostalgia no es por la patria, quizá tampoco por los seres idos, sino que es por la vida, por la oportunidad de vivir acompañado en una pausa al menos breve en medio del trajín diario. La nostalgia navideña parece nostalgia por la verdadera fiesta, como si fuésemos sabedores que, de darse realmente el regocijo del acompañamiento, tendremos que volver a la misma triste vida de quien no se recrea en lo que hace. Al tiempo, sin embargo, la nostalgia navideña también es la oportunidad de reencontrar alguna razón para la fe, para que se nos muestre el principio de la oportunidad de recrearnos en las actividades diarias, para que tenga sentido seguir adelante.

 

Námaste Heptákis

 

Coletilla: Hemos visto durante los últimos días la descarada construcción de una tiranía en Venezuela, bien haríamos en apoyar en lo posible a los grupos opositores al chavismo, tan duramente reprimidos en su patria. Por otro lado, pasó casi desapercibida la muerte de don Valentín García Yebra; que encuentre feliz recuerdo. Y por último, ¡qué falta nos hiciste este diciembre, Germán Dehesa, que no hubo nadie que nos avisara sobre el peligroso recorrido de esa horrible mezcla de aserrín y melaza que es el fruit cake!