CONSIDERACIONES FINALES
Terminada la ceremonia salimos de la habitación, regresamos al mundo. Pero el mundo ha cambiado, no es el mismo mundo que cuando entramos a tomar el té. Hay algo diferente, hay una vitalidad, una cercanía. ¿Qué fue lo que pasó durante la ceremonia? ¿Puede, el simple hecho de beber té, cambiarnos la perspectiva del mundo? Evidentemente como todo arte, el cha-no-yu es algo que debe practicarse, debe realizarse continuamente buscando la perfección. Se dice que los maestros Zen tienen la habilidad de inyectar vida a todo lo que hacen, incluso lo que pareciera más sencillo y trivial como tomar té. Y esta es una de las verdades del Zen ya que en la cotidianidad, en lo de todos los días, ahí en lo que parece ser lo más sencillo, ahí está la vida y la Realidad Última buscando ser descubierta. Pero no es tan sencillo, como no es tan sencillo el hecho de tomar té, y sí lo es.
A estas alturas pareciera como si habláramos en ko’an al decir que tomar té es sencillo y no es sencillo. Evidentemente es un rito, pero más que rito queremos designarlo como una práctica estética – así como la meditación, pero recordando que para la cultura japonesa del budismo Zen, el arte no es algo separado de la esfera religiosa ni de la vida misma. El arte es vida. En el arte nos encontramos con la vida. Para explicar esto recurriremos a la variación del arte del té de Seisetsu conocida como el “no-té.”
El no-té es el hecho del té – y el hecho de cualquier acontecimiento de la cotidianidad – en su grado más alto de Zen, si es que se puede decir así. Hay un acontecimiento designado con el nombre de té; pero como acontecimiento oscurece y nubla nuestra visión y hace más difícil que podamos penetrar en él – por eso lo que debemos hacer es vaciarlo, recurrir al Sunyata –, pues cuando se es conciente continuamente de realizar el arte llamado “servicio de té,” este simple hecho de conciencia fuerza cada uno de nuestros movimientos. Le ponemos demasiada atención, lo que produce una artificialidad que se empapa de esa realidad escindida por los opuestos, bueno-malo, nacimiento-muerte, té y no te. “El filósofo Prajna diría: <<el té sólo es té cuando el té es no-té>>”[1] Esto es similar al artista que quiere pintar bambúes y su maestro le dice que dibuje bambúes durante 10 años, que se convierta en bambú y, después, cuando quiera dibujar, que se olvide de todo lo que aprendió sobre los bambúes. Esto es el Zen, olvidarlo todo, incluso el budismo, incluso la vida, para poder dar con la vida y con el budismo: con la Realidad Última.
De aquí que cuando el gran maestro del té Rykyu dice que “el arte del cha-no-yu consiste simplemente en hervir agua, hacer té y beberlo,” está diciendo la verdad y no la está diciendo. Pues para llegar a ese grado de perfección del arte, hace falta cultivar todo lo que ya se vio que requiere el arte del té. En especial la sinceridad y la sencillez, pues como apunta el Zen, en la cotidianidad, en lo pequeño es donde encontraremos el Satori – pero siempre con todo un proceso mental y un esfuerzo contemplativo detrás. Por eso, creemos, es necesario saber de dónde viene el Zen y a dónde llega, pues es sobre esa base donde fundaremos nuestras experiencias de Satori y de Iluminación.
BIBLIOGRAFÍA
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