Mañana, si bajas a la ciudad, cuando camines a lo largo de la avenida principal, te sucederá algo extraño. Repentinamente todo desaparecerá: la gente se irá, los edificios se desvanecerán, la misma avenida se esfumará. Sin embargo tú seguirás caminando, ahora sin rumbo fijo. No sabrás a dónde te diriges, aunque no puedo asegurar que alguna vez lo has sabido cuando llevas a cabo tus descensos. Ni siquiera intentarás mantener la ruta que habrás llevado hasta entonces. Simplemente caminarás por donde sea. Lo que es más, no puedo asegurar que te habrás percatado de lo sucedido, pues estarás perdido en ti mismo, como acostumbras. Te mantendrás impasible ante la desaparición de todo. Tú continuarás y ya.
La caminata seguirá así por horas. Tú no verás ninguna buena razón para detenerte, como tampoco verás la necesidad de extender la caminata, pero te mantendrás en ella.
El cansancio aparecerá, por supuesto. Tus piernas comenzarán a temblar y a sentirse débiles. De repente, te sentirás a punto de caer. Pensarás en tomar un descanso. Después de pensarlo, te dará lo mismo y no lo harás. Pensarás que, de cualquier modo, todo habrá de terminar en algún momento. ¿Para qué descansar entonces?
Seguirás a pesar del tedio que ahora te rodeará y te envolverá, sustituyendo al camino en el que creerás haber estado momentos antes, pues hasta ese momento, no habrás notado la desaparición de todo lo mundano. El aburrimiento llegará entonces. Todo será gris, aunque algo te dirá que eso ha sido así desde siempre, incluso cuando te han rodeado las personas y todos los seres citadinos que pertenecen a ese mundo inferior al que te gusta ir para distraerte. Te darás cuenta de que incluso antes de todo eso ha sido así en ese mundo. No obstante caminarás en medio de ese panorama.
En un momento dado, cuando tus extremidades estuvieren a punto de flaquear, aparecerán en tu campo visual dos muchachos, un chico y una chica. En ese caso, verás con mucha curiosidad cómo estarán caminando tomados de la mano, con los ojos fijos uno en el otro y llenos de amor. Simularás una sonrisa ante esa visión como mostrando cierto reconocimiento a la maravilla de ese sentimiento. El amor es misterioso. Nunca lo has entendido ni lo podrías explicar. De más está decir que no tienes el menor interés en hacerlo. Prefieres permanecer en la impavidez ante esas cosas y sólo disfrutar de las escenas tan entretenidas e inverosímiles que usualmente acontecen gracias a su influencia.
Por un instante te detendrás, pues no desearás alcanzarlos e interrumpirlos. La curiosidad será mayor que tu ánimo de seguir andando, así que querrás ver cómo se dan las cosas sin la intervención de nadie fuera de los dos jóvenes. Mantendrás tu distancia, aunque no tanta como para que se te escapare ningún detalle de lo que estará ocurriendo.
Algunos pasos más adelante, o hacia donde supondrás que es adelante, ellos dejarán de andar. Se colocarán frente a frente y se darán un apasionado beso. Sus brazos estrecharán sus cuerpos, y así estarán por unos instantes, olvidados de todo lo demás, perdidos uno en el otro y en el profundo sentimiento que supuestamente los une. Al separarse los pares de labios, una gran sonrisa podrá notarse en ambos rostros, plenos de felicidad. Un brillo hermoso se alcanzará a notar en sus ojos. Se separarán sin que sus manos se soltaren un solo instante y seguirán mirándose con una dulzura magnífica. Tú disfrutarás ver eso. Algo parecido a la ternura intentará invadir tu corazón. Comenzarás a sonreír, mientras se dijeren algo al oído.
Tu sonrisa no terminará de aparecer porque, sin previo aviso los dos amantes se separarán. La cercanía terminará con un gran empujón por parte de ambos, mientras se estarán imprecando cosas iracundas y groserías. Alcanzarás a escuchar que el varón le reclama a la joven el que ella no podrá estar a su lado más tiempo. El argumento de ella será que tiene cosas que hacer en casa y que debe apurarse pues ya estará muy cansada. Sus palabras serán más o menos las que siguen.
“Siempre eres tan inoportuno. Sabes que me la he pasado bien; pero por casualidad siempre eliges momentos en que hay algo más importante que hacer para pedirme que me quede contigo. Yo no voy a hacer eso, y tú lo sabes.”
“Yo entiendo que estás ocupada; pero tan sólo te pido unos momentos más. Te amo. Permíteme acompañarte a casa por lo menos.”
“Sabes que eso no es posible. En mi casa son muy estrictos y si me ven contigo seguramente seré castigada. Tú tienes la culpa por inoportuno. Además no quiero que el joven de la casa vecina a la mía me vea contigo, aún guardo esperanzas de que se fije en mí.”
La chica reirá tras decir esto y agregará que cuando no tuviere nada que hacer, le llamaría y podría verlo. Él se enfurecerá con esta actitud tan pedante que habrá adquirido su amada, y le dirá que se vaya y que ni piense que él volverá a buscarla; que su vanidad es insoportable, principalmente porque ambos están conscientes de que ella es más bien fea. Nadie que estuviere sano podría sentir atracción por ella, ni interés en las vacuidades que le interesan. De más está decir que el chico del caso no es alguien ejemplar por su salud mental, y tampoco muy agraciado en lo físico, lo he observado hace algún tiempo. Siempre se jacta de ser superior a los demás en inteligencia; pero eso no es más que su forma de ocultar lo miserable que es su ser. Se dará la vuelta y emprenderá la retirada.
Ella adquirirá un gesto serio y romperá a llorar, creyendo que en ese momento estará perdiendo uno de los pocos elementos valiosos en su vida. Tan grande será su frustración que no podrá ver que en realidad no importará. Su vida será la misma con o sin él. El chico, por su parte, se marchará con el corazón recogido y con unas ganas tremendas de llorar también, lo cual no sucederá porque la ira contendrá las lágrimas.
Tras ser testigo de todo esto, no podrás sino soltar a reír sin freno, lo cual devolverá la fuerza a tus miembros y reanudarás tu andar, como si nunca te hubieras cansado. Con ello te darás cuenta de que la impasibilidad no es absoluta y te preguntarás ahora qué de todo lo visto es la verdadera máscara y saldrás de allí extendiendo tus alas y emprendiendo el vuelo de regreso a las alturas.