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Silencio

Después de mucho pensarlo, he decidido que el día de hoy tan sólo diré que hoy no voy a decir nada. Lo que sucede es que estoy cansado, y en esas condiciones lo mejor parece ser callar, para no decir incoherencias. Lo más curioso es que para callar de verdad también es necesario pensar, pues el que calla sin pensar no calla de verdad; tan sólo calla el que piensa algo acerca de algo más y está en posibilidad de decir su pensamiento, pero no lo hace por alguna razón.

 

Salomón.

Por la boca muere el pez

Sí…

Voy a morir, ya lo sé.

Siento que cada respiro será el último, al tiempo que me asfixio a causa de mi propio peso.

Quién diría que yo, Salomón el sabio, moriría precisamente por buscar aquello que me era indispensable para mantenerme con vida. Mi muerte será motivo de burla para quienes me sobrevivan. Pero, ¿debería importarme lo que digan de mí en estos momentos?

Así es. Voy a morir, y sé que por más que luche no podré evitarlo. Casi con angustia veo la luz del sol, nunca se me había presentado tan clara y hermosa, invade mis moribundas pupilas y me despido de ella mientras recuerdo casi todo lo que he hecho durante mi vida.

Cuando nací, era joven e impetuoso, hasta imprudente, hubo varias ocasiones en que arriesgué todo lo que tenía y lo que era con tal de divertirme. Mi piel está marcada con los dejos de todas las aventuras pasadas, unas en lugares hermosos e inolvidables, otras ya no las recuerdo bien, y de no ser por las cicatrices podría jurar que no pasaron.

Pero eso tampoco importa mucho, el dolor que siento no me deja disfrutar pasivamente de los últimos recuerdos que vienen a mi cabeza.

Con el tiempo, me torné más tímido, cada golpe recibido me hacía medir mis fuerzas antes de aventurarme, curiosamente, esa manía me permitía llegar más lejos cuando de nadar contra la corriente se trataba. Lograba más, aunque ya no me divertía igual.

Quizá por eso mismo es que muero en estos momentos. ¿Qué fue lo que pasó?, ¿cómo vine a caer tan lejos de mi hogar y de la remota posibilidad de regresar ahí? Tal vez eso sí quiera recordarlo en estos momentos, mis últimos instantes sintiendo algo, aunque sea mucho dolor.

Recuerdo que mi andar por la vida se había tornado tranquilo, ya sabía medir mis fuerzas antes de hacer cualquier cosa -medir, todo era medir- cada salto, cada movimiento estaba calculado. Reconozco que no por ello mis movimientos se volvieron monótonos, tenían la regularidad que poseen los números primos existentes entre el uno y el cien, primero hay uno y es necesario recorrer otros, no sé bien cuantos, aunque ya debería saberlo, para encontrar el siguiente… Pero no es momento de medir, no quiero morir midiendo.

A muchos les parecerá extraño, que haya encontrado tranquilidad al nadar contra la corriente, sólo puedo responder que sentía la imperiosa necesidad de hacerlo, si no lo hacía dejaría de ser lo que soy. Hasta gracioso suena, viví siguiendo una corriente y nadando contra otra. Así fue mi vida qué le voy a hacer.

Me estoy desviando de mi pregunta, ¿cómo vine a parar aquí?, ¿a qué se debe que cayera tan lejos, no bajo, lejos de mi hogar, que mis ojos estén cegados por la luz del sol, a la que no había visto nunca tan directamente, que mi piel comience a molestarme debido a que me quemo, mientras mi peso me asfixia lentamente, sin importar que tan rápido cambie de postura? Antes de perderme en el abismo de la muerte, sólo atino a responder que ha sido el cansancio.

El viaje había sido muy largo, lleno de peligros y sinsabores; y de repente la vi. No pude resistirme a sus encantos y, sin percatarme de que se trataba de un engaño, la tomé con tanta fuerza que luchar se convirtió en un esfuerzo inútil, me resistí lo más que pude, no lo niego, pero al final ganó esa fuerza que me alejaba de mi elemento.

Desde el momento en que caí mi destino perteneció a aquello de lo que estaba sujeta la causa inmediata de mi perdición, ya no pude ver qué había tras ella, qué era lo que me jalaba hacia la muerte. Ahora estoy ciego y no controlo mis movimientos como para llegar más lejos.

Mi boca me perdió, y ahora he de morir por eso…

Maigoalida.

Suicidio

Alma descanza,

por propia mano llega

lo que buscabas.

Comentarios sueltos en torno a la pérdida

Supongo que entonces así es como se siente la derrota. Esa sensación indescriptible que ataca cada uno de los espacios de tu cuerpo, incluso los que no sabían que existían. Se siente rarísimo, un hoyo enorme que parece que te tragará. Qué mejor que así fuera.

                                                                        *

Cuando Pandora cerró la caja que permitió escapar a todos los males, impidió la salida de la única cosa que podría ofrecernos consuelo: la Esperanza.  No perdamos de vista que se hallaba guardada con el resto de los males, la Esperanza es uno de los peores, sólo lleva a creer posible lo que en realidad es en demasía incierto. Qué mejor que la dejara encerrada.

                                                                        *

Ya te derroten en un partido del Mundial, en una lucha de dedos, en el amor o en un volado. La sensación, en mayor o menor medida,  es similar. Sólo quieres tomarte y arrojarte a un lugar lejano, donde habiten solos tú y tu soledad habitual.

La cigarra

Mañana, si bajas a la ciudad, cuando camines a lo largo de la avenida principal, te sucederá algo extraño. Repentinamente todo desaparecerá: la gente se irá, los edificios se desvanecerán, la misma avenida se esfumará. Sin embargo tú seguirás caminando, ahora sin rumbo fijo. No sabrás a dónde te diriges, aunque no puedo asegurar que alguna vez lo has sabido cuando llevas a cabo tus descensos. Ni siquiera intentarás mantener la ruta que habrás llevado hasta entonces. Simplemente caminarás por donde sea. Lo que es más, no puedo asegurar que te habrás percatado de lo sucedido, pues estarás perdido en ti mismo, como acostumbras. Te mantendrás impasible ante la desaparición de todo. Tú continuarás y ya.

La caminata seguirá así por horas. Tú no verás ninguna buena razón para detenerte, como tampoco verás la necesidad de extender la caminata, pero te mantendrás en ella.

El cansancio aparecerá, por supuesto. Tus piernas comenzarán a temblar y a sentirse débiles. De repente, te sentirás a punto de caer. Pensarás en tomar un descanso. Después de pensarlo, te dará lo mismo y no lo harás. Pensarás que, de cualquier modo, todo habrá de terminar en algún momento. ¿Para qué descansar entonces?

Seguirás a pesar del tedio que ahora te rodeará y te envolverá, sustituyendo al camino en el que creerás haber estado momentos antes, pues hasta ese momento, no habrás notado la desaparición de todo lo mundano. El aburrimiento llegará entonces. Todo será gris, aunque algo te dirá que eso ha sido así desde siempre, incluso cuando te han rodeado las personas y todos los seres citadinos que pertenecen a ese mundo inferior al que te gusta ir para distraerte. Te darás cuenta de que incluso antes de todo eso ha sido así en ese mundo. No obstante caminarás en medio de ese panorama.

En un momento dado, cuando tus extremidades estuvieren a punto de flaquear, aparecerán en tu campo visual dos muchachos, un chico y una chica. En ese caso, verás con mucha curiosidad cómo estarán caminando tomados de la mano, con los ojos fijos uno en el otro y llenos de amor. Simularás una sonrisa ante esa visión como mostrando cierto reconocimiento a la maravilla de ese sentimiento. El amor es misterioso. Nunca lo has entendido ni lo podrías explicar. De más está decir que no tienes el menor interés en hacerlo. Prefieres permanecer en la impavidez ante esas cosas y sólo disfrutar de las escenas tan entretenidas e inverosímiles que usualmente acontecen gracias a su influencia.

Por un instante te detendrás, pues no desearás alcanzarlos e interrumpirlos. La curiosidad será mayor que tu ánimo de seguir andando, así que querrás ver cómo se dan las cosas sin la intervención de nadie fuera de los dos jóvenes. Mantendrás tu distancia, aunque no tanta como para que se te escapare ningún detalle de lo que estará ocurriendo.

Algunos pasos más adelante, o hacia donde supondrás que es adelante, ellos dejarán de andar. Se colocarán frente a frente y se darán un apasionado beso. Sus brazos estrecharán sus cuerpos, y así estarán por unos instantes, olvidados de todo lo demás, perdidos uno en el otro y en el profundo sentimiento que supuestamente los une. Al separarse los pares de labios, una gran sonrisa podrá notarse en ambos rostros, plenos de felicidad. Un brillo hermoso se alcanzará a notar en sus ojos. Se separarán sin que sus manos se soltaren un solo instante y seguirán mirándose con una dulzura magnífica. Tú disfrutarás ver eso. Algo parecido a la ternura intentará invadir tu corazón. Comenzarás a sonreír, mientras se dijeren algo al oído.

Tu sonrisa no terminará de aparecer porque, sin previo aviso los dos amantes se separarán. La cercanía terminará con un gran empujón por parte de ambos, mientras se estarán imprecando cosas iracundas y groserías. Alcanzarás a escuchar que el varón le reclama a la joven el que ella no podrá estar a su lado más tiempo. El argumento de ella será que tiene cosas que hacer en casa y que debe apurarse pues ya estará muy cansada. Sus palabras serán más o menos las que siguen.

“Siempre eres tan inoportuno. Sabes que me la he pasado bien; pero por casualidad siempre eliges momentos en que hay algo más importante que hacer para pedirme que me quede contigo. Yo no voy a hacer eso, y tú lo sabes.”

“Yo entiendo que estás ocupada; pero tan sólo te pido unos momentos más. Te amo. Permíteme acompañarte a casa por lo menos.”

“Sabes que eso no es posible. En mi casa son muy estrictos y si me ven contigo seguramente seré castigada. Tú tienes la culpa por inoportuno. Además no quiero que el joven de la casa vecina a la mía me vea contigo, aún guardo esperanzas de que se fije en mí.”

La chica reirá tras decir esto y agregará que cuando no tuviere nada que hacer, le llamaría y podría verlo. Él se enfurecerá con esta actitud tan pedante que habrá adquirido su amada, y le dirá que se vaya y que ni piense que él volverá a buscarla; que su vanidad es insoportable, principalmente porque ambos están conscientes de que ella es más bien fea. Nadie que estuviere sano podría sentir atracción por ella, ni interés en las vacuidades que le interesan. De más está decir que el chico del caso no es alguien ejemplar por su salud mental, y tampoco muy agraciado en lo físico, lo he observado hace algún tiempo. Siempre se jacta de ser superior a los demás en inteligencia; pero eso no es más que su forma de ocultar lo miserable que es su ser. Se dará la vuelta y emprenderá la retirada.

Ella adquirirá un gesto serio y romperá a llorar, creyendo que en ese momento estará perdiendo uno de los pocos elementos valiosos en su vida. Tan grande será su frustración que no podrá ver que en realidad no importará. Su vida será la misma con o sin él. El chico, por su parte, se marchará con el corazón recogido y con unas ganas tremendas de llorar también, lo cual no sucederá porque la ira contendrá las lágrimas.

Tras ser testigo de todo esto, no podrás sino soltar a reír sin freno, lo cual devolverá la fuerza a tus miembros y reanudarás tu andar, como si nunca te hubieras cansado. Con ello te darás cuenta de que la impasibilidad no es absoluta y te preguntarás ahora qué de todo lo visto es la verdadera máscara y saldrás de allí extendiendo tus alas y emprendiendo el vuelo de regreso a las alturas.