Recuerdos de una noche de abril
Recuerdo aquella noche en que me embriagué en tus labios. Sorbo a sorbo fui bebiendo de tu dulce amor ocasional. Sorbo a sorbo fui cayendo en ti, en tus ojos, en tu aroma… en tu piel. Y mi sed se acrecentó, caí en la trampa de mi propia sed y caigo en ti como se cae en el abismo, pero no he dado con el suelo. He dado con salientes de rocas que son tus misterios, tus huidas, tus lejanías, pero no con el suelo… terrible alivio que anhelo. Desde entonces te busco a cada instante, a cada pretexto, a cada momento y los disfrazo ocasionales, con sonrisas y amistades, y con juegos que intentan esconder la intención que te alejaría, pues mi intención eres tú, sin juegos ni amistades, ni ocasiones, ni disfraces… tú. Y aunque me impuse el yugo del silencio – vano intento de esconder mi deseo – lo cierto es que te hablo a cada instante, a cada sonrisa, a cada mirada y voy escribiendo confesiones en los muros que visitas, dejando señas y mensajes en botellas que lanzo al mar, garabateando tus iniciales en hojas virtuales como el niño que talla el tronco de un árbol para ver si alguna vez alguien lo descubre… pero no sé si tú lo has hecho. Sólo sé de tu lejanía, repentina lejanía que no me explico más que apelando a un muro que se ha construido entre los dos y que parece cada vez más difícil de allanar. Lejanía de tu sonrisa y de tu risa y de tu aroma y de la samba que cantabas con la mirada y que me mostraste alguna vez, efímera vez, seduciéndome de tal forma que me tiene ahí a la expectativa, respirando lentamente, pausadamente, para poder escucharla de nuevo, pero sabiéndola inaudible, afásica bossa nova que tal vez yo mismo me he inventado. Pues tal vez no seas como te pienso y lo que conozco no es más que mi deseo encarnado en tu mirada, en tu cuerpo, en tus labios… en el arrebato que sólo conocí una vez y del cual sólo me queda la memoria; memoria que se va apagando de a poquito y que marchita la esperanza que me incita a escribirte estas últimas palabras; palabras de un recuerdo y un anhelo; anhelo de un abril incandescente que el otoño, ¿quién sabe?, tal vez apagará.