“Definición de substancia pura:
Son líquidos que pueden ser peligrosos ya que son puros y no se le ha agregado alguna cosa más química.
Aquello que es de la naturaleza.
Algo que no tiene gérmenes.
Es cuando no se le agrega nada a la sustancia y es original.”
-Niñitos de secundaria respondiendo un examen de química real.
El escrito sobre la pureza de Perro de Llama tiene, según entiendo, tres descripciones de la pureza en diferentes carices. Cada una parece que responde a tres modos diferentes de preguntar: primero en general, luego según lo que se dice, y finalmente vista a través de nuestros hábitos. Es interesante de por sí que el discurso que trata específicamente aquello que notamos como único, como libre de trazas impropias, lo sugiera implícitamente como algo que es comprensible de mejor modo cuando lo vemos en estados diferentes. El problema de comprender la pureza es intrincado, y lo raro no es la complejidad, sino que sea la pureza lo que resulta complejo.
Es llamativo que de cualquiera de los modos en que pensemos en la pureza, siempre está presenta la idea de que la cosa pura no tiene ni un solo rastro de algo ajeno. Es como cuando decimos “puras mentiras”, pintando la imagen de que las mentiras tienen todo lo necesario para ser llamarlas así, y ni un poco menos, además de que no vienen acompañadas de nada más. Lo que nos imaginamos está librado por completo, ya sea por naturaleza o por artificio, de todo lo demás que no es él mismo. Es lo que quiere decir que la cosa pura sea idéntica a sí misma según Perro de Llama, a mi juicio. También es por eso que la juventud puede ser “pura” en una analogía cuando imaginamos que los adultos son seres humanos descompuestos por la suma estimulante de elementos que devoran con los años, como información sobre el mundo y costumbres impropias (noción que desaparece si pensamos que los adultos son hombres completos, y no hombres desviados). La pureza como higiene también tiene ese sentido -aunque creo que es demasiado suponer que son igualmente tratables higiene e “higiene del alma” sin mucha aclaración-, pues mantener exento de contaminantes es también conservar algo alejado del peligro de que lo ajeno lo destruya.
De cualquiera de estos modos, parece por el escrito que la pureza no puede tratarse puramente, pues es necesario que sepamos qué cosas son las que tienen relación con nosotros de manera que las vemos así. O dicho de otro modo, no somos puros nosotros mismos. Esto puede tener mínimamente dos sentidos: el primero es que el ser humano es una especie de monstruo que no es naturalmente una sola cosa, sino la combinación inesperada y trágica de varias que por sí mismas sí son simples; la otra es que la impureza del hombre es natural. El último caso me parece el más probable porque explica mejor las tres formas en las que Perro de Llama habla sobre las cosas puras, y como en general las pensamos: si somos monstruos, es muy extraño que nos parezca habitual y sano mantenernos lo más posible alejados de los excesos que al mezclarse con nosotros nos destruyen. Pienso que el caso de que nuestra naturaleza es compleja y, por lo tanto, impura, es una opción más cercana a nuestra experiencia. Ahora bien, a esta perspectiva habría que darle aún otro giro: si naturalmente somos complejos, eso quiere decir que somos impuros solamente si comprendemos la pureza como un estado general que únicamente concierne a las cosas simples (ya sean varias o sea una sola); pero si puede entenderse cada cosa en su pureza, entonces el estado natural de algo es una suerte de noción pura de lo que cada cosa es. Me refiero a que las cosas que conocemos nos las imaginamos en su estado puro y alejado de lo que no son ellas mientras las miramos con claridad, bien delimitadas (tal como dice Perro de Llama al principio).
Lo que no tiene mácula alguna es puro, porque nada ha caído encima de él que lo marque con la sombra de lo ajeno; pero si acaso hay naturalezas que tienen necesariamente manchas, entonces están ellas incluidas en lo que sabemos sobre su pureza. Y así como no diríamos que la piel del leopardo está arruinada por ser manchada, así también podríamos pensar que cierto orden de la disposición compleja humana también puede, con todo y la ausencia de simplicidad, anunciar un estado de pureza.
¡Saludos, Cantumimbra!
Pues me sigue pareciendo que esto de platicar por aquí no es lo mío, pero intentemos:
Estoy de acuerdo contigo en la dificultad que hay acerca de definir la pureza, aunque no lo estoy en que se anule tal distinción en tanto que somos complejos y por tanto, impuros.
Acerca de la pureza como higiene, creo que la distinción entre cuerpo y alma, en tanto que es teórica, es también engañosa para lo que nos proponemos aclarar. ¿cambia algo la cosa si al inicio de ese apartado dije “a veces me gusta imaginar que…”?
Tampoco quedé muy conforme con lo de la autoconservación, ¿crees que eso pueda ser pista para encontrar un fundamento al asunto de la pureza como necesaria a las acciones humanas?
Un abrazo, Cantumimbra.
Hola, Perro de Llama, responderé en orden tus tres puntos:
No pensé yo en que fuera asunto de que se anulara la distinción de la pureza por ser nosotros complejos, aunque quizá lo expresé inadecuadamente. Quise decir que la entendemos desde una perspectiva que nos obliga a verla de varias maneras por cómo somos, y eso la complica.
Creo que no cambia mucho la cosa con lo que dices de habértelo imaginado, porque en realidad no pienso en la manera en la que llegaste a esa proposición, sino en que la higiene del alma por sí misma no es suficientemente evidente como para encontrarla sin explicación.
Sobre la última pregunta que haces, no entiendo bien su sentido. ¿Te refieres a que la pureza en las acciones explica por qué ellas son hechas siempre con vistas a nuestra propia conservación, o a que nuestra pureza es la autoconservación y eso se puede ver a través del modo en el que actuamos, o te refieres a otra cosa?
Por como dices las cosas y la distinción que haces entre lo simple y lo complejo, me da la impresión de que es más fácil que lo complejo, por ser compuesto es mucho más susceptible de dejar de ser puro.