Con la frente de narcisos coronada,
aún transmite su delicada belleza,
aunque aquella frente de regia alteza,
con latas fuera estúpidamente rayada.
.
Yace sobre un pétreo brazo recargada
Y su grave cuerpo aún muestra entereza,
Dice “De un momento a otro se endereza”
Mi imaginación de paseante alterada.
.
Por la diáfana realidad con que enervas
Y por la imagenería que connotas
O por la soledad en que te conservas
.
En un parque rodeada por la caterva,
Dí conmigo, triste estatua de eras rotas:
“Mejor la gente de Azcapotzalco hierva.”
Perro de llama.
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Regularmente se habla de la belleza como algo efímero, aquí dejas la impresión de que es algo permanente. A pesar de las dificultades con las que se encuentra lo bello en medio de un mundo que parece premiar el horror, parece que la belleza sigue ahí, oculta sólo para quienes ya son incapaces de verla.
Aún cuando entiendo la rabia de ver las estatuas rayoneadas, como si lo hubieran injuriado a uno, ¿crees que hay lugar aún para el despliegue público de piezas como las esculturas de ciudades religiosas, ciudades en las que era común la representación de efigies como éstas?