A. Cortés:
El problema de hablar sobre la decencia es que ningún indecente entiende qué es, y a la gente decente no le sirve que se lo digan. Claro, decentes e indecentes no son cajones en los que se acomodan las personas, como si sólo hubiera dos colores y tuviéramos que ser uno de ellos por la fuerza. Son formas que tenemos de mirar a los extremos, y mirar a los extremos siempre nos sirve para notar nuestra propia situación. El modo normal de las cosas es nuestra medida, y la asimos con más claridad cuando por ejemplos nos ponemos el exceso y el defecto de donde parece que estamos.
Un exceso de decencia sería el del caballero (no el guerrero, sino el bien educado). Los caballeros en la literatura de hace un siglo o dos (o más) hacen muchas cosas que pocos están ya acostumbrados a hacer; pero tal vez no es por las acciones que deberíamos de pensar en ellos como gente loable, sino por las intenciones que tienen cuando actúan. Las buenas intenciones, como se llama por lo regular a los motivos de los caballeros, son siempre aplaudidas por el buen sentido. Y no creo que entendamos por “buenas intenciones” otra cosa que el deseo de hacer algo cuan bien se pueda, o de hacer tanto bien como es posible actuando. Si además es posible preguntarse qué tanto bien se hace con esto o qué tan poco, seguramente alguien de buenas intenciones se hace la pregunta antes de actuar.
No obstante lo anterior, no basta con las intenciones, porque alguien decente sabe que más vale hacer lo bueno que dejar de hacer lo malo. O sea que miento si digo que no importa que nadie actúe ya como los caballeros porque seguimos teniendo sus intenciones. Las buenas intenciones son realmente buenas porque de hecho las hemos visto como buenas acciones, si no, no tienen ninguna forma que sea susceptible de juicio. Lo malo es que si hablo de esto en general, buenas acciones y buenas intenciones, parece que estoy muy a la ligera haciendo abstracción de toda acción posible y, perdiéndome entre nombres bellos y conceptos gastados, sólo estoy diciendo que es bueno hacer bien y malo hacer mal. Sí, en parte estoy haciéndolo, pero porque no hay otra manera de hablar de ello. ¿Y por qué no la hay? Porque la gente decente sabe que, por pura decencia, hay que hacer las cosas bien. Si, insatisfecho, alguien siente que necesita una mejor razón para empezar a actuar del modo más aceptable, entonces como buen maleducado se quedará con las ganas de oír razones mientras arguye al contrario del buen sentido.
Pero, aceptando que todo el que actúa lo hace con miras hacia lo bueno, o hacia un bien, ¿cómo distingues más allá de las intenciones a quien es descente del que no lo es?, yo no conozco a nadie que se precie de ser indecente o de estar maleducado, lo cual no impide que surja la pregunta ¿qué es lo bueno?
Si tan natural es distinguir entre lo bueno y lo malo, ¿cuál es entonces el origen del mal?, ¿es estar maleducado?, si ese es el caso ¿cómo muestras an maleducado que es tal?
Sí hay gente que se precia de ser maleducada, sobre todo en sitios en los que es prominente la agresividad en el trato diario; y además de estos, si acaso fueran pocos, hay mucho que no se ufanan de ser indecentes, pero que tampoco están interesados por si lo son o no. Y a más de eso, dudo que esperes en serio que responda por el origen del mal, excede mis límites. Los maleducados son (o somos) el origen de los males que cada cual hace en sus situaciones particulares, eso creo que es fácil de aceptar.
No consideré esos sitios donde hay gente que se precie de ser maleducada. Sin embargo, no me es fácil aceptar que haya quien efectivamente se considere a sí mismo malo, he oído a muchos decir que no son malos, que no es que la mula sea arisca, sino que así la hicieron a pellizcos, ¿qué opinas de ello, crees que haya quien efectivamente se crea a sí mismo malo y digno de todos los males por ello?
Respecto a la pregunta por el origen del mal, no espero que la respondas de manera tajante, sin embargo ya has dado alguna luz respecto a éste cuando mencionas que en buena medida los maleuducados son (o somos) el origen de los males que cada cual hace en sus situaciones particulares.