A veces tengo la impresión que nuestro diario discurrir se teje entre metáforas de metáforas de la experiencia. Y no es que busquemos adornar nuestras palabras, o queramos hacernos los interesantes al hablar ataviadamente, sino que el juego del logos nos envuelve de tal manera que -consumidos en su seducción- olvidamos que estamos jugando. Hablar nos es tan natural, que la mayoría no presta cuidado a lo que habla. Sólo para unos cuantos hablar torna problemático, únicamente entra en aporía el que está buscando un camino, o metaforizando las metáforas anteriores: el que está perdido sabe que no sabe dónde está.
Lo anterior no desdeña el habla, al contrario nace del maravillamiento que produce su escucha. Permítaseme un ejemplo. Viajaba en metro y empecé a oír una conversación ajena. No es que sea metiche, o al menos no demasiado, sino que el tema de la conversación iba mucho más allá de lo que uno oye usualmente en el metro. Eran tres jóvenes sentados juntos, y dos de ellos estaban hablando sobre el quinto postulado de Euclides. De los conversantes, uno podría ser caracterizado como euclideano, y el otro como no-euclideano. Cada uno iba expresando sus argumentos para o bien refutar a Euclides o bien demostrar la validez de su sistema. Uno y otro estaban enfrascados en una discusión silenciosa, y poco acuciosa; era claro que ni se escuchaban realmente entre sí, ni tenían intención de ver cuál de las dos posturas era más cercana a la verdad. Cada uno llevaba su recto camino en un argumento infinito, mientras el tercero jugaba con el celular, y el metiche que esto escribe intentaba leer un libro. Y de pronto, tan inesperado como un ensayo que acaba sin llegar a ningún lugar, el tercero dice: “Bueno, bueno, ya, eso son puras matemáticas”. Y así, dejaron de hablar. Cada uno de nosotros siguió su propio camino que coincidía con las vías del metro.
Námaste Heptákis
Que las paralelas no se juntan al igual que aquellos que hablaban cada uno por su lado muestra cómo a veces hacemos metáforas de las metáforas.
Una pregunta: ¿Puedes llamar conversación a tratar un mismo asunto sin escuchar realmente al otro que habla?