esas rotas del progreso
rabian por aparentar;
pero no saben guisar
tantito chile con queso.
En el pasado las faldas iban hasta los tobillos. Dicen que en esos tiempos lo atrayente era el misterio, que llamaba más la atención el pliegue caprichoso que la tersura textil, que en los vaivenes contoneantes de la caminata se capturaba a los acompasados ojos del espectador, que algo había en ese tobillo apenas tímidamente visible que hilvanaba las voluntades de la caminante y el observante al cruce de la mirada. Todo el trabajo posterior al encantamiento del fruto de esos pliegues fue la seducción clásica. La magia de una buena falda le era insuflada por las hábiles manos de quien para sí la hacía. Más tarde, dicen que por ahí de la primera Gran Guerra, las faldas fueron más cortas. Eran tiempos de escasez: no había ni muchas telas ni mucho tiempo para dedicarlo a la confección de faldas, pues las apremiantes necesidades eran otras. Las nuevas faldas, dicen, dejaban menos misterio; pero en esos tiempos no había gran oportunidad para el misterio, pues cuando mucho se quería que la guerra acabara y se volviese a disfrutar de la vida. Las nuevas faldas, y la guerra, no dejaban mucho tiempo para la seducción: el asunto era más directo, como de urgencia moral. Pasada la guerra, y también pasada la que le sucedió, las cosas eran aún más calmadas: ya no era necesario confeccionarse las faldas, pues las había de marca industrial. Con la falda industrial lo importante ya no fueron tanto los holanes, sino la manera de remarcar la figura. Cuando lo importante llegó a ser la figura, los productores de faldas emplazaron a sus consumidoras a producirse como figuras adecuadas a su producto, y con ello desplazaron la pericia de las manos a la impericia de la boca; tendencia que cobró mayor notoriedad con el nacimiento de la minifalda. Con la minifalda cambió, sin duda, el modo de caminar y el modo de seducir. Ahora, cuando la falda se confunde con el cinturón, la seducción, la caminata y el misterio también son mínimos. Estamos en el tiempo en el que todo es efímero. La falda ya no es para llamar la atención por la belleza de la falda, sino para presumir lo que de la usuaria han hecho los profesionales del tallado de figura humana. Ahora, la falda es como los títulos académicos: no es el anuncio de lo que uno sabe hacer, sino de lo que uno se puede comprar y permite que le hagan. Nuestros universitarios usan sus títulos como minifaldas: son de marca, de diversos modelos y caducos respecto a la temporada de moda. Si la anterior historia de las faldas es leída como la historia de los títulos universitarios no habría gran diferencia. Ahora ni las faldas ni los títulos tienen misterio alguno, tampoco tienen que ver ya con la seducción, mucho menos nos llevan a caminar. Así son nuestros tiempos: vanos. Vivimos la época del free, donde nada vale más que una noche; noche que ya ni siquiera puede ser obscura.
Námaste Heptákis
Coletilla: Seguimos pidiendo la liberación del auditorio Justo Sierra.
Me agrada la relación que marcas entre lo largo de una falda y el tiempo que se requiere para elaborarla con la confección de un título universitario y el tiempo que se estima para poder hacer uso del mismo. Sin embargo, me gustaría bastante que me explicaras la relación que hay entre el misterio que ocultan las faldas largas y el que tenían anteriormente los títulos, ¿de qué manera el título invitaba a quien lo veía a descubrir algún misterio?
Ahora las minifaldas o cinturones anchos, no ayudan a esconder lo que los títulos universitarios sí hacen.
En relación con lo que dice etnatm, se me ocurre una pregunta: ¿entonces a qué se deben las ansias de quitar las minifaldas o de ver que son quitadas y cómo son quitadas?
¿no tiene eso algo que ver con la seducción? ¿No que, según Námaste, la seducción está ausente en nuestros relajados tiempos de una sola noche? ¿A poco nos convenció tan fácil?
Pues,francamente no sé si Námaste nos convenció, pero la seducción y la ansiedad no siempre van de la mano, quitar, poner o desgarrar minifaldas puede darse en una sola noche o en muchas, de ahí el encanto o desencanto que se produce, y también podemos encaminar estos asuntos hacia las seducciones, desencantos (O para algunos, encantos) que se dan al ostentar un titulo universitario. Al menos eso creo que creo…
¡órale silenus! creo que esos libros tuyos te están afectando, qué terror si la seducción fuera siquiera equiparable con arrancar una falda, o con la ansiedad por ello; hasta en el caso de querer ver que alguien más se la quite. En ninguno de los tres casos veo seducción, ¿no es esta algo que requiere paciencia, tiempo, empatía, o ya muy fregados, maña?
Saludos
Wow! Todo un amante a la antigua. Me gusta.
Jajaja!
No creo que el hecho de dejarse llevar por las ansias cuente propiamente como seducción, más bien me parece que esas ansias se deben a la urgencia que la falta de tiempo proboca, la seducción es algo que se toma su tiempo y creo yo se ha de hacer con calma, no pensando sólo en el placer pasajero de una noché.
¡reinalda, reinalda, ponte ya esa minifalda, reinalda!
Pues en este caso yo soy un purista del momento.
Si era más “misterioso”, “oculto” o “atezorable” lo antiguo es cosa que ya pasó. Hoy, por fuerza del presente -y sus condicionantes socioculturales- ME encantan las piernas decubiertas, presumidas y deseables.
Recuerdo las píernas de Maria Rojo y de Delia Casanova en el Apando… ¡Carajo! qué extremidades inferiores de tanta superioridad. Pero ahora que venga la primavera y el verano espero que el misterio del otoño y el invierno se largue pronto.Admiremos pues las piernas universitarias, sin desmerecer esas piernas de costeña rural, con sus chorcitos de segunda o tercera mano, que por fuerza del clima y la costumbre son la prenda de uso diario. ¡¡Ahhh!!
¿Qué habría pasado si esas chicas, ahora nuestras madres, tías o abuelas, no se hubieran atrevido a desafiar el acoso y el prejuicio, enseñando arriba de la rodilla o a usar pantalones entallados?
Sobre los títulos universitarios no hablo porque no tengo uno y aunque lo tuviera no encuentro la relación con la minifalda.
¿Y qué tal el uso más cotidiano de pantalones?
Creo que ya desde los 70’s el uso de pantalones por la mujer se ha extendido mucho más. Y la falda se va reduciendo a un fetiche más entre la lista.
Por ejemplo las medias (o los mallones que tanto le gustan a Toño) dentro de la falda, es algo que de niño yo observaba muy seguido entre las oficinistas compañeras de algunas tías, pero creo que hoy en día se usa más un traje completo con saco y todo. No sé cómo se sentiría más cómoda una mujer, pero por lo menso he notado que las faldas han perdido terreno frente al pantalón.
Saludando viejos vicios… No me convence del todo lo debatido, pues en mi experiencia las faldas cortas no son lindas por razón de existir(ni se me hacen atractivas) no es el caminar. Al igual que la mujer el sofista tiene muchas formas de seducir. Sin embargo creo que en la mayoría de los casos(me curo en salud) es mejor ser seducido por una mujer(falda) que por un título universitario.
Agradezco a todos sus amables comentarios.
Obviamente oktli y JM_Levi han señalado un punto no contemplado en este ensayo: los pantalones; creo que otro día bien haría en volver al punto.
En cuanto al atractivo y la seducción, quizá se pueda resumir con la aforística afirmación siguiente: “soy un purista del momento” y por ello es obvio que esas mismas personas a las que señalo imperitas de la boca requieren sus complementos imperitos de la seducción, o requieren de una seducción mediada por los medios del progreso, y a quien no me crea, le pido que observe con atención las cursilerías del fin de semana que viene.
Vaya un agradecimiento especial a Thimocrates, pues espero que siga de viejo vicioso.